La Creación del Actual Museo Naval y Marítimo de Valparaíso
Jorge Garín Jiménez
Durante el presente año tuve el honor de ingresar a la Liga Marítima de Chile y, gracias a sus permanentes actividades y enseñanzas se han fortalecido mis convicciones y conocimientos acerca de la presencia de instituciones que difunden la suerte de poseer Chile un amplio carácter oceánico. A tal punto ha sido trascendental el regalo de la naturaleza a los habitantes de este largo y estrecho país ribereño del océano Pacífico que, parte importante de su historia se ha construido sólida a su vera, en base al derecho internacional y a la defensa de su soberanía nacional.
¡Qué suerte la de quienes conocen estas verdades y, con mayor razón, aquellos que las han impulsado tanto en el pasado como en el presente!
Fue en 1974 cuando empecé a gozar tal experiencia al ingresar a la Armada en la Escuela de Operaciones; luego fui al Instituto Politécnico Naval del cual pasé a la Escuela de Infantería de Marina. En 1983, fui transbordado a la Dirección de Instrucción de la Armada bajo el mando del almirante Jorge Martínez Busch y el capitán de navío, don Enrique Maldonado Roi.
Durante tres años mis conocimientos se vieron acrecentados con el patrocinio de la Infantería de Marina, pude graduarme como Magíster en Historia. Estaba en esas actividades cuando una tarde de Enero, ya retirado todo el personal, apareció un señor, de apariencia germana, que me consultó a que mando debía presentarse transbordado.
Se presentó como museólogo proveniente de la Escuela Naval y consultó mi nombre.
A continuación mostró una lista con una cincuentena de nombres de marinos y personajes de nuestra historia naval, más unos seis bosquejos de salones museológicos En base a dicho material, me efectuó consultas a las que respondí sin problemas por ser profesor de la asignatura y, en cuanto a sus dibujos, pude apreciar que representaban a Bernardo O´Higgins, Thomas Cochrane y a Manuel Blanco Encalada y su gran triunfo naval; varios personajes (Maniquíes con uniformes de oficiales navales) y, finalmente, un salón con cinco vitreaux de personajes y hemisferios terráqueos (West.- East).
Al día siguiente, el mando me nombraba asesor de historia de don Walter Grohmann Borchers.
Se inició para mí una época de aprendizaje museológico con este sabio de origen alemán nacionalizado chileno, quien me ilustraba acerca “del Padre de la Patria Republicana, O’Higgins que, con su excepcional visión de Chile, veía la importancia futura del océano Pacífico”; como me decía su convicción de haber sido Thomas Cochrane un leal servidor de nuestro país; también admiraba al Contraalmirante Manuel Blanco Encalada por participar en tantas campañas, desde los inicios de la Escuadra Nacional hasta morir en la segunda mitad del siglo XIX.
Gustaba destacar a Diego Portales quien “Al igual que O’Higgins comprendió que esta nación, de larga playa, tenía su destino en el Océano Pacífico”. No dejó pasar la guerra contra España (1865 - 1866) y, en seguida, dentro de dos salas seleccionó una treintena de importantes protagonistas navales con sus reliquias, sus biografías y retratos para llegar a la cumbre histórica: el salón dedicado a Arturo Prat Chacón, el cual ya había sido mostrado en un bello vitreaux, junto a los de O’Higgins y Cochrane, en una de las salas solemnes de conmemoración a las Glorias Navales; siendo la segunda la ”Cripta al Loor de Chile” que muestra, en tumbas simbólicas a los más valientes marinos de la guerra del Pacífico. Éstas y otras creaciones en base a sus ideas, investigaciones históricas, concursos para pintores y maquetistas, entrevistas a los mejores historiadores, etc. hicieron trabajar febrilmente a los tres primeros profesionales del Museo Naval y Marítimo: desde 1984, se integraron don Walter Grohman Borchers, Jorge Garín Jiménez y José Miguel Mingram López, apoyados por el capitán de navío, Sr. Kenneth Pugh Gillmore, entusiasta Jefe de la Oficina de Asesoría Cultural.
En el año 1986 nos trasladamos al local de la antigua Escuela Naval ocupada por la Escuela de Abastecimientos y Servicios bajo el mando del capitán de fragata AB, Sr. René Otey Radic, quien fue el primer Director del museo en su actual magnitud. Apreciaba así las experiencias de nuestra llegada:
“El trabajo era continuado y en ocasiones, consideraba los Sábado, Domingo y festivos, debido a que el Almirante Merino dedicaba esos días para interiorizarse de lo que se había avanzado durante la semana y generalmente ocurría una serie de cambios. Siendo yo un admirador del pintor José Vila, de quien existe una serie de retratos en el Club Naval, conseguí “acuartelarlo” durante 15 días en el camarote, con el fin de que terminara el cuadro titulado “La muerte de O´Higgins”, sin embargo, para el almirante Merino era mejor “su” pintor quien presentó el mismo tema. Era frecuente encontrarnos los fines de semana para analizar las nuevas adquisiciones y proposiciones de salas del museo, razón por la cual, fui perdiendo el cuidado de no contradecirlo.
Otro de los grandes escollos para tratar de hacer prevalecer mi punto de vista, en cuanto al arreglo y orden de las diferentes salas, pese a que siempre tuve el cuidado de consultar a los distinguidos profesores e historiadores que me secundaban, era don Walter Grohmann quien, aparte de ser el autor del proyecto del museo, poseía sólidos conocimientos, espíritu de trabajo y un carácter avasallador, avalado por una gran cercanía e influencia con el Almirante Merino. No siempre estábamos de acuerdo, sobretodo en materias de orden militar que para mí era importante manejar con orden y cuidado. Apelando a sus ancestros alemanes en los que predomina el orden y la disciplina, estimé que lo mejor era citarlo directo a mi oficina, a mi terreno y no argumentar en los corredores del museo. Cambió el “señor” por “mi comandante” y se sintió parte integrante de la Escuela. Creo que, a la postre, fuimos muy buenos amigos, llegando finalmente a consenso en los temas difíciles.
En cierta ocasión solicité la autorización al almirante Mario Sepúlveda, Director de Educación y jefe directo mío, para empastar el patio pavimentado. No lo convencía mucho la idea, pero me dio su aprobación. Una vez terminado el trabajo, ordené que los jardineros plantaran un gran ancla de flores y ahora veo con satisfacción que se ha mantenido en el tiempo y, aún más, pasó a ser conocido como el “Patio del Ancla”.
Otra situación difícil fue tratar con don Paulino Araneda, carpintero de mucho oficio que se tomaba su tiempo para hacer los trabajos encomendados. Tiempo que yo no tenía porque la inauguración se avecinaba y el almirante Sepúlveda me aceptaba dos o tres veces las explicaciones; pero había que salir adelante. Recurriendo al régimen militar, que también supo apreciar el carpintero Araneda se vistió con la camiseta naval y con gran entusiasmo y dedicación trabajó el pino Oregón, con el cual están ensambladas todas las vitrinas y alacenas en las que se guardan las principales reliquias del museo.
Los profesores de ese entonces, algunos con vasta experiencia y otros iniciándose en esta actividad, tuvieron un rol fundamental en los inicios del museo, aportando ideas para hacer “la cultura más entretenida”. Es así como el asalto del almirante Cochrane a los fuertes de Corral y Valdivia pudo recrearse en forma interactiva, muy precaria para los tiempos y los conocimientos tecnológicos que poseíamos, pero que nos llenaba de orgullo al mostrar la enorme maqueta con sus luces indicadoras de los fuertes ubicados en la desembocadura del río Calle Calle. Tal vez hoy día podríamos hablar de data show o algo más sofisticado; pero lo más rescatable era el espíritu de cuerpo y la cooperación individual y colectiva con que vivimos la etapa previa a la solemne inauguración.
De izquierda a derecha: Jorge Garín, Contraalmirante Oscar Vidal, Walter Grohmann y Almirante José Toribio Merino
Después de intensos preparativos, se inauguró el Museo Naval y Marítimo, en su nueva ubicación, el edificio de la antigua Escuela Naval y estructurado bajo una nueva concepción museológica, el 23 de Mayo de 1988. Asistieron numerosos invitados y presidió la ceremonia el Comandante en Jefe de la Armada de la época, almirante, José Toribio Merino Castro.
Al entrar en el salón dedicado a Arturo Prat Chacón, escuché al almirante Merino dirigiéndose a don Arturo Prat Echaurren: - ¿Qué le parece, doctor Prat, el homenaje que la Armada le hace en esta sala a su ilustre abuelo?
La respuesta fue instantánea: “Almirante, es tan grandioso el recuerdo que se le hace que, desde este momento, la espada de mi abuelo y la carta de Grau a mi abuela pertenecen a la Armada de Chile!
El almirante Merino respondió a su vez: - ¡Doctor Prat Echaurren, gracias en nombre de Chile entero!
Nunca había visto tan contento al Almirante Merino, hasta el punto de invitarnos a firmar a todos el libro de visitas del Museo Naval.
Los esfuerzos posteriores se centraron en la atención de visitas y público en general, imprimiéndole a esta actividad un carácter pedagógico; la asesoría mediante informes e investigaciones históricas a requerimiento del mando. En estas actividades los profesionales del museo se vieron guiados por tres directores que continuaron en la senda señera dejada por el comandante René Otey Radic. Fueron ellos los capitanes de fragata, Enrique Cruzat Reyes, Elías Tramón Martínez, Enrique Trucco Delépine y Marcelo González Lanfranco. El comandante Trucco nos entrega una visión de sus aportes.
“En el año 1994, período en que me desempeñé como Director del Museo Naval y Marítimo de la Armada, se emprendieron las siguientes realizaciones:
1. Se diseñó una secuencia explicativa del material en exhibición, a cargo de profesores de historia de dotación del museo con el objeto de disponer de información consistente y coherente acerca del patrimonio en exposición, en concordancia con los hechos históricos a los cuales se hace referencia. De izquierda a derecha: Jorge Garín, contraalmirante Oscar Vidal, Walter Grohmann y almirante José Toribio Merino
2. Se habilitó una sala dedicada exclusivamente a exposiciones temporales impulsadas por el museo. Esta se inauguró en Octubre de ese año con una presentación de modelismo naval con una cincuentena de maquetas de buques.
3. Personal especialista tradujo al inglés y francés todas las leyendas de los objetos del museo. Las tarjetas en castellano fueron reemplazadas por leyendas en esos tres idiomas.
4. Se grabó y editó la charla impartida por un profesor durante su recorrido explicativo por las salas del museo, editándose cintas grabadas para ampliar la capacidad de difusión mediante la facilitación de equipos de audio personal a quienes visitan el museo”.
Al decir de don Walter Grohmann, museólogo fundador:”El Museo Naval y Marítimo refleja y promueve, por medio de una programación museológica, la oceanopolítica conceptuada por el Alto Mando de la Armada para el desarrollo del país como una nación marítima”.
El proyecto museológico considera las siguientes áreas:
• Naval: con la conservación y promoción de su patrimonio histórico y acervo cultural para educar a las generaciones sobre los valores relevantes de hechos, eventos y protagonistas insignes,
• Marítima: que considera la historia del litoral, de la Marina Mercante y del desarrollo de Chile en torno y a través del mar y,
• Científica: de las ciencias del mar que será coadyuvada por un centro de documentación con archivos y una biblioteca.