EN MEMORIA DEL ALMIRANTE MERINO

Hugo Alsina Calderón
Capitán de Navío

(Revista de Marina 6 / 2001)

El recuerdo que los pueblos hacen de sus hijos ilustres es importante para escribir su
verdadera historia.
Es por ello que debemos rememorar el nacimiento de ese niño que llegó al mundo el 14 de
diciembre de 1915. A los 16 años de edad escuchó el llamado del mar e ingresó a la Escuela
Naval, iniciando una brillante carrera que se prolongó por 59 años.
El destino quiso que en su vida cumpliera tres importantes funciones: marino, líder y
estadista.

En su carrera naval recorrió todos los grados del escalafón, destacándose por su profundo
profesionalismo. Se embarcó en el crucero estadounidense Raleigh durante la II Guerra Mundial, lo que le permitió aprender y posteriormente traer a nuestra Armada, importantes enseñanzas para mejorar laeficiencia de las naves de la Escuadra.

Como jefe fue meticuloso, exigente y orientado al objeto fundamental de la Armada: la
guerra en el mar. Siendo Comandante en Jefe no daba tregua a sus Comandantes, que debían estar siempre alertas para ejecutar los famosos ejercicios “liebre”. Prefería que sus subalternos no fuesen sumisos, pero cuando se discrepaba con él, había que tener muy buenas razones. A pesar de su aparente terquedad, era un hombre razonable aunque duro, con gran sentido humano, ameno y dicharachero en su intimidad. No debemos olvidar los famosos “martes de Merino”.

Sus cualidades de jefe y líder se acentuaron al alcanzar el grado de Almirante, y es aquí
cuando el brillante marino, por la fuerza del destino, debe convertirse en estadista.

El país, a causa de los principios y obras del gobierno marxista de Salvador Allende, iba
cayendo por un despeñadero sin salida. Poco a poco la crisis política se agudizaba y llegó el
momento en que el Senado, la Cámara de Diputados, la Corte Suprema de Justicia y la Contraloría General de la República declararon, en forma unánime y pública, que el gobierno había violado la Constitución y llamaron a las Fuerzas Armadas para que pusieran orden en el país.

No es necesario recordar la gravísima escasez de toda clase de artículos de primera
necesidad, incluyendo los alimentos básicos como el pan y la leche. La agricultura y la industria fueron tomadas por la fuerza. Los interventores paralizaron y saquearon los fundos y las fábricas.

La situación se hizo insostenible y el país clamaba por un líder que encendiera la chispa para
cambiar el gobierno.

El descubrimiento del Plan Z impactó de tal manera al Almirante Merino que, en un acto de
increíble audacia y valentía, fijó el día y la hora del Pronunciamiento Militar; lo que fue aceptado
por el Ejército y la Fuerza Aérea, y posteriormente aplaudido por todas las Instituciones Civiles y la inmensa mayoría de los chilenos.

No fue una tarea fácil ni exenta de peligros. La lucha armada contra los terroristas fue
relativamente corta y la pérdida de vidas humanas fue mínima, comparada con la que habría sido en la guerra civil que propiciaban los marxistas.

La Junta Militar se hizo cargo de un país en ruinas, destruido material y moralmente, sin
alimentos y con sus arcas fiscales saqueadas. La tarea de reconstrucción fue titánica, se
cometieron algunos errores y lo peor, se sufrió el artero ataque diplomático y comercial de la mayor parte de los países del mundo.

Al Almirante Merino le cupo la responsabilidad de la gestión económica del nuevo
gobierno. Sin ser un experto, se hizo asesorar bien y del estudio de varios esquemas, se determinó cual sería la doctrina económica que debía aplicarse al país para sacarlo del estado desastroso en que se encontraba.

Apoyados en el tesón y empuje de los hombres de armas, toda la ciudadanía enfrentó la
crisis con confianza y valentía, logrando progresivos éxitos y, también hay que reconocerlo,
algunos fracasos iniciales. Cual ave fénix, la economía renació de las cenizas en la década de los años 80, cuando cumplida la meta trazada, el país fue entregado a manos de los políticos, en lo que se llamó un paso a la democracia.

Para una mejor comprensión, es conveniente comparar el estado del país, en todos los
aspectos, entre el año 1973, totalmente destruido, y el año 1990, una vez lograda la exitosa
reconstrucción. Esa fue la principal labor del Gobierno Militar y especialmente, el accionar del
Almirante Merino en lo económico.

Como miembro de la Junta Militar, al Almirante Merino le correspondió integrar además la
Primera Comisión Legislativa. Durante este período se dictaron 992 leyes y 3.660 decretos leyes, la mayoría de las cuales, en beneficio de los ciudadanos del país. Cabe destacar la creación de las Administradoras de los Fondos de Pensiones, que cambiaron radicalmente el sistema previsional del país. La tarea fue ardua y exigente, pero el resultado fue ampliamente fructífero y reconocido universalmente como un gran éxito.

El marino pasó a ser líder y después se convirtió en meritorio estadista.

Todo lo explicado hasta aquí, ya es mérito suficiente para calificar de ilustre al Almirante
Merino. Sin embargo, hay otras obras tanto o más importantes que las anteriores.

El año 1978, Argentina desconoció el Laudo Arbitral del Beagle, dictado por la Reina Isable
II de Inglaterra, faltando a su compromiso de honor, e intentó apoderarse por la fuerza de las islas Picton, Lennox y Nueva, enviando a la Flota de Mar hacia el sur. Alertada la Armada de Chile,  también envió a su Escuadra en pie de guerra. Punta Arenas se alistó para la guerra. Ambas flotas se acercaban y se recurre a la diplomacia papal. El 21 de diciembre de 1978 la aproximación de ambas fuerzas hace temer lo peor: un gran combate naval. Al anochecer el Almirante Merino envió un mensaje en clave al Vicealmirante Raúl López Silva, a la sazón Comandante en Jefe de la Escuadra, ordenándole “estar listo para entrar en acción al amanecer y deseándole buena suerte”.

Poco después hizo trasmitir otro mensaje, en lenguaje corriente y en varias frecuencias de radio, disponiendo que: “toda nave de guerra extranjera que ingrese a aguas jurisdiccionales chilenas sin autorización, debe ser atacada y destruida”. Ocurrió lo que el Almirante esperaba. La flota argentina no siguió avanzando hacia el sur, cambió rumbo y regresó a su base, desistiendo delobjetivo. Una fuerte tormenta, característica de la zona, sirvió de excusa para justificar el fracaso.
Esta decisión personal y valiente del Almirante Merino, fue la que, en verdad, evitó la guerra con Argentina. Después, fue aceptada la mediación papal y la intervención del memorable Cardenal Samoré.

En resumen, al Almirante hay que reconocerle 3 grandes méritos principales:

- el primero fue su decisión personal de actuar militarmente el 11 de septiembre de 1973, evitando la ejecución del Plan Z;
- el segundo mérito fue su resolución de aplicar un modelo neo liberal de economía social de mercado, que dio excelentes resultados; y
- el tercer gran mérito fue haber evitado una guerra fratricida con Argentina, enviando el enérgico mensaje antes comentado.

Además, fue intransigente en exigir a todos los miembros de la Armada el estricto apego a la ley y declarar que él era el único responsable del actuar político que necesariamente le correspondió a la Institución.

Su vida fue un ejemplo de profesionalismo, basado en el respeto a Dios, veneración a la
Patria y amor a la Familia. Con seguridad que el Almirante Don José Toribio Merino Castro
ocupará, con toda justicia, un lugar destacado en la Galería de los Grandes Almirantes de la Patria.

Roguemos al Señor para que jamás se vuelva a repetir en Chile una situación como la de
aquellos años.